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miércoles, 27 de enero de 2010

LA NATURALEZA ES LA RECREACIÓN DE DIOS





Monasterio de Santa Catalina de Siena
(Paterna) Valencia
Sor.Cecilia Codina Masachs O.P


Admirad, como se visten los campos en la primavera, a todo color con cientos y cientos especies de hierbas y flores silvestres.
Admirad, como se pueblan los bosques de espesos árboles atrapados por enredaderas compartiendo la tierra con matorrales y arbustos.
Admirad, como maman las aguas de los ríos y fuentes, que en abandono nadan peces, reptiles, gusanería y todo tipo de animales que viven en sus caudales y lechos.


Admirad, como trabajan los insectos, que con su presencia decoran con armonía caprichosa cielo y tierra, ¿a caso no es una maravilla ver volar y posarse una mariposa Reina?
Admirad, como nos quieren nuestros animales domésticos, que trabajan para nosotros, siendo files guardianes de nuestras posesiones y a pesar de tantos usos y abusos como comete el hombre contra ellos, vemos como nos son fieles hasta dar su vida.
Admirad, la libertad de las aves, que con su vuelo y cantar nos dan la paz, esa paz que en su similitud los hombres nos aferramos cuando el alma se entrega a la libertad de no poseer más morada que la reposar en el amor, y cantar con alegría la libertad de no ser esclavo de nuestras debilidades.


Levantad los ojos al firmamento y admirar…su luz y su obscuridad, que con su inmensidad y belleza, definen el día y la noche sin errar.
Admirad, con qué fuerza sopla el viento, con qué rizos adorna el mar sus olas y cómo atrae o disipa las nubes.
Admirad, cómo cae la lluvia, que bendice nuestros campos con prometedoras cosechas y pinta la tierra de variedad de colores al brotar la hierba verde y olorosa.
Admirad, cómo caen los copos de nieve y se posan en la tierra como un manto de seda y con qué sabiduría retienen el agua para cederla más tarde para cuando se precisa fecundar la tierra.
Admirar, cómo se presenta cada estación, con qué inteligencia se suceden una a la otra y con que hermosura nacen y mueren dando nueva vida.


Admirad, cómo se engarzan las montañas hacia el cielo, con qué majestuosidad dividen la tierra en valles, regiones y naciones.
Admirad, con qué celo guarda en sus entrañas la tierra toda clase de riquezas: agua, fuego, oro, plata, piedras preciosas etc. ¡cuanta belleza y energía oculta!

¿Y pues, cómo osa el hombre pasar por natural, lógico y efímeramente la existencia de la naturaleza, cómo no preguntarse cómo se creó sin justificar su incredulidad, sino hay ciencia humana razonable para explicar el misterio de la vida, por más recursos y esfuerzos que se empleen en intentar descubrirlo? Por lo tanto, para el hombre sólo le queda la tentativa, que tanta maravilla, que tanta perfección sólo puede ser creada por un ser supremo llamado Dios. Y entonces ¿Por qué el hombre ofrece tanta resistencia en admitir que Dios existe y si realmente cree que existe por qué no se esmera en adquirir su conocimiento y su presencia en todo lo creado? ¿Por vanidad, por dejadez espiritual, por falta de ideales trascendentes, por deformación de su ética-moral, por un mundo materialista que ahoga hoy por hoy todo proyecto de presente y futuro espiritual?
Pero si bien el hombre sabe admirar la belleza de la naturaleza, la belleza y perfección del su propio cuerpo; no sabe amarla ni respetarla, ya que quiere ignorar que le fue dada para disfrutarla como un gran bien dado por Dios y que manifiesta el resplandor de la gloria de su creador, siendo la epifanía tangible del amor de Dios por el hombre.
Pero no nos basta con admirarla, la admiración se disipa cuando no formamos parte activa y coordinada de ella misma. Al no cuidarla, amarla individual y colectivamente, despreciamos la voluntad de su creador.


Además de cuidarla y amarla, debemos protegerla de las agresiones que sufre continuamente por un desarrollo tecnológico abrasivo y lucrativo consentido por casi todas las naciones en más o menos medida de participación en aprovecharse de lo que no les pertenece. Hay que defenderla si realmente los hombres nos amamos, ya que todos vivimos de nuestro ecosistema, cielo y tierra. Y amarla, significa que conocemos al que la creó, admiremos con amor la madre naturaleza, respetemos tú y yo ese patrimonio divino y no peligrará la posibilidad de su destrucción, porque yo sé, que si tú la amas, no osaré dañarla por amor y respeto hacia ti, y más tarde podremos hacer comprender a los demás que la amamos y protegemos por amor a Dios.
Amemos pues con exquisitez todo lo que Dios nos ha regalado y él nos amará con desmesurada exquisitud.




1 comentario:

  1. Hola ¡¡ la creación y su conservación estan unidas ,sin ellas no hay paz , la creación esta puesta en nuestras manos.
    un abrazo y oraciones desde ASTURIAS.

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