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viernes, 22 de enero de 2010

EL ESPÍRITU DEL SEÑOR




Los cristianos poseemos un gran tesoro: «El libro del corazón de Dios abierto para todos los hombres». En la Sagrada Escritura hallamos el latido de nuestro Dios, tenemos el Antiguo Testamento que Dios lo completó con su Hijo amado Jesús, dándonos el Nuevo testamento. En ellos hallamos consuelo, porque es ley de esperanza, de sabiduría y de un amor que nunca se acaba. Ese libro abierto nos pertenece, es único y si lo sabemos leer, meditar y orar, conoceremos como es Dios, aunque sea solo su silueta, su sombra.
El evangelista Lucas, 1:1-4; 4:14-21, nos cuenta que una vez Jesús leyó el libro lo cerro y todos pusieron en él su mirada.
En la persona de Jesús se realiza aquello que está escrito en los antiguos escritos de manera que intentaban expresar en forma de historias, de profecías, de sentencias sapienciales, de cantos. Después de la vida pública Jesús predicando la Buena Noticia por toda Galilea, el Padre ya no tiene nada más que decirnos.
La novedad es necesaria buscarla cada día y para ello es necesario que seamos pobres, y ser capaces de admirarnos, de ser sorprendidos con un nuevo conocimiento descubierto tras una oración humilde. Esta pobreza de la que hablamos, solo se puede asimilar gracias al Espíritu Santo.

El Espíritu Santo nos conducirá hasta la misma cruz, a vivirla y a entregar nuestro pobre espíritu a Dios tanto en los momentos duros como agraciados de nuestra vida.
Este es el secreto del dinamismo de la vida cristiana. Los pobres son felices porque son bienaventurados en el espíritu, es decir: «No solo porque tienen el corazón pobre, sino también porque el Espíritu Santo pone en marcha su existencia como pobres»

Si en Jesús «El Espíritu del Señor está sobre él, es por la unción misma del amor que le hace ser enviado para anunciar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, en definitiva “Para anunciar el año de gracia del Señor”»
Si en Jesús se cumplió la escritura, aprendamos de él, y anunciemos predicando la gracia del evangelio como pobres para enriquecer el amor de fraternidad entre los hombres.

Sor.Cecilia Codina Masachs O.P

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