Mis
queridos amigos:
Hoy
les dejo un Micro relato, espero que les guste.
Mario, se dirigía con paso apresurado para tomar
el subterráneo; era hora pico y no
deseaba llegar tarde a su oficina. Quizás, ese
día, tendría suerte y el jefe le daría un
buen reportaje. Entró en el vagón, repleto de
pasajeros, no había ni un asiento y el
juanete le dolía como nunca. Se resignó y se
sujetó en el asidero del vagón, la gente
iba apretujada como las sardinas en la lata.
El calor era agobiante ese mes de diciembre, a
pesar de la refrigeración. Una mujer
bien vestida y con cierta belleza, se le había
pegado como sanguijuela a su
correspondiente agarradera, con tal mala suerte
que su axila, justo le daba en la
cara, con un olor muy desagradable. Sí, era
bella, pero intentaba por todos los
medios separarse de ella. Por fin, se bajó en Palermo y respiró a gusto.
Llegó a la estación Congreso de Tucumán .ya a
pocas cuadras, se hallaba su oficina
en la calle Ignacio Núñez, aún le sobraban diez
minutos y pensó en detenerse en la
tienda de electrodomésticos; quería comprar un
regalo para su esposa.
En la entrada de la tienda, había varios
televisores con programación distinta. Se
quedó prendido en un reportaje de África, donde la
mujer de una aldea, mostraba
su extrema delgadez, amamantando con sus pechos secos
a su bebé. La escena
le impactó. A su lado había un niño de la calle,
con la mirada clavada en esa imagen
desgarradora. Sus ojos grandes y negros, le
sobrecogieron y le preguntó.
-Niño, ¿qué estás pensando, que miras de esa forma?
El niño, pasó su brazo por los mocos que le caían
de la nariz y no le contestaba.
Ambos se miraron en un largo instante y por fin
el niño le habló:
-Mire Señor, yo soy un niño de la calle, sin
hogar ni qué comer sino es robando en
alguna frutería. No sé quienes son mis padres, ni
tengo a nadie en este mundo y al
ver ese bebé con su madre, sentí celos de él. Ese
niño, Señor, es muy afortunado.
-Afortunado, ¿por qué? si se muere de hambre.
-Pues verá, ese bebé, al menos tiene el amor de
su madre y yo no tengo a nadie
que me quiera, al contrario, me muelen a palos
por ser un niño de la calle; robe o no
robe, me insultan y me echan de su lado como la
peste.
Mario comprendió muy bien los sentimientos de ese
niño y pensó que tenía un buen
Reportaje «Los niños de la calle», pero antes se
lo llevó a comer en un comedor.
LES DEJO MI TERNURA
LA FRASE DE REGALO